jueves, 15 de mayo de 2014

Como un grano de mostaza


La fe, la convicción de que se dará eso que aún no ves, es verdaderamente la fuerza que mueve montañas.

Necesitamos fe para vivir;  fe en nosotros mismos, en la vida, en Dios.

Muchos momentos en la vida son un acto de fe. Como adulto, tomas decisiones  con el mayor número de información posible, pero siempre hay un grado de incertidumbre. 

No siempre sabes si te irá bien en un viaje, en un negocio, un empleo o en una relación. No siempre se tiene la certeza de poder lograr las cosas.  En muchas situaciones, el porcentaje que le corresponde a otros, o a algo fuera de nosotros, es grande y nos toca confiar, dar lo mejor de nosotros y confiar.

Cuando no todo depende de ti, necesitas confiar en los otros; cuando mucho depende de ti, te toca confiar mucho en ti.
Cada noche, al rendirte al sueño  y apagar tus sentidos, das por sentado  que habrá un amanecer, que el Sol saldrá de nuevo,  que despertarás y tendrás tus capacidades mentales completas, recordarás quién eres. Das por sentado que la Tierra seguirá moviéndose sin estrellarse con ningún otro planeta. No dudas nada de esto... y ¿qué te da esa certeza? Nada, todo puede cambiar.

Pero no gastamos energía dejando que nos invada el miedo sobre esto. Seguimos confiando en que habrá un mañana, un planeta y una vida, mientras nos ocupamos de la cotidianidad.

Asimismo, podríamos dar por sentado que la ayuda divina está en todo en nuestras vidas. ¿Qué tanto confiamos? Si haces un balance, ¿son más los motivos para confiar o para desconfiar de que podemos recibir ayuda divina?

"Es que Dios no me escucha, no me da lo que quiero", "no creo en nada, si no hago lo que tengo que hacer nadie me ayuda", así piensan algunos.

Sí, Dios te escucha, pero eres tú quien tiene que hacer su trabajo. Hace poco, en una sesión de terapia, la persona me dijo que Dios no la escuchaba, pero luego se dio cuenta que tenía varias tareas, que tenía que perdonar, por ejemplo. ¿Cómo sabes que no fue Dios, su Cristo interno, quien se lo dijo de varias maneras?  Si sólo creemos que nos hablará de una manera específica, nos perdemos muchas de sus voces.

Entonces, ¿ver para creer, o creer y confiar, para poder ver y escuchar?

Nos conviene cultivar la fe
La fe y confianza nos permite abrir los ojos (a veces cerrados del miedo) para vivir nuestra vida de humanos, aprender, usar nuestras capacidades como hijos de Dios para evolucionar y avanzar.

Si crees que no puedes, o si crees que puedes, estás en lo cierto.

Nuestras creencias nos acercan o alejan de lo que queremos. La fe es una creencia firme en algo. Si crees en ti, en tus capacidades, tienes fe en ti, puedes avanzar con pasos más firmes.

Sí se puede
Recuerda un momento en que tuviste mucha confianza en ti, mucha fe en algo.  Revive ese momento, ve lo que veías, escucha lo que oías, siente esa misma fuerza, percíbela en el cuerpo... es tuya, quédate con ella; y ahora siéntela cómo se expande en ti y la afirmas para la nueva situación en que necesitas cultivarla.

Pide ayuda de Dios.  Ve de pasitos, practicando con cosas pequeñas. Cada logro se irá sumando para que cultives la fe en ti, en tu capacidad de crear, de creer y recrearte en la fe.


Sí, llora, grita, quéjate si quieres, pero no te quedes en el papel de víctima resentida. Levántate y anda, te necesitamos.  La  fe es una energía, conéctate con ella.

Recuerda a las miles de personas que se han recuperado de un cáncer, de una guerra, un tsunami... Si hay vida, hay fe. Anda y anima a otros, no puedes dar lo que no tienes, así que al animar, te tienes que animar primero. Tú puedes.

http://www.estampas.com/blogs/ser-espiritual/140515/como-un-grano-de-mostaza

lunes, 5 de mayo de 2014

Emociones que ayudan

No dejes que te gane el desanimo, la tristeza, la apatía o la frustración. Te necesitamos. Dios te necesita en esta tierra para manifestarse a través de ti.
Hay quienes no quieren sentir nunca rabia, miedo o tristeza. Pero sentir las emociones es tan natural como necesario. Si se reprimen, ignoran o sofocan irrumpen en forma de enfermedades o como explosiones de carácter que afectan las relaciones.

Las emociones impregnan nuestra vida, las comunicaciones, las relaciones, las metas personales y colectivas.
Cuando estamos inmersos en un ambiente cargado de rabia, miedo, desesperanza e incertidumbre, nos contagiamos de esas emociones. Entonces, tenemos que lidiar no sólo con las nuestras, sino con las olas energéticas que nos llegan de otros.

Lo que sienten los demás
"No te vayas a molestar por lo que te voy a decir" ¡No tengas miedo!"  Hay quienes parecen pensar que podemos pulsar un botón en nosotros y desactivar la emoción a voluntad. "Ok, no voy a sentir rabia, me digas lo que me digas". Obviamente, esto es irreal.
No le podemos pedir a otro que sienta distinto; pero sí que regule la manera como expresa su sentimiento, por ejemplo.

Para regular la expresión de la emoción, primero tienes que estar consciente de ella. Hay quienes no están muy conscientes de lo que sienten. Simplemente evaden y luego le lanzan su carga emocional a los demás en cualquier incidente en la calle o en el trabajo.
Conciencia y responsabilidad

Hay quienes necesitan pelear y agredir para disminuir su rabia. Otros piensan que su tristeza sólo desaparece si alguien hace algo.

Esto equivale a esperar que venga otro a responsabilizarse, o sea, responder por tu emoción; es darle el poder a otro sobre ti.

Al tener consciencia de tu emoción puedes manejarla. Puedes disminuirla al sentirla en el cuerpo, respirar, hacer ejercicio físico, golpear un cojín, gritar solo, etc.

También desarrollar la empatía, la gratitud y el concentrarte en emociones placenteras te ayudan a procesar las menos agradables.
te invito a seguir la lectura aquí: