INTIMIDAD… ésta es una de las grandes necesidades del ser humano y al mismo tiempo una de las cosas que más evade a diario. Algunos creen que tener relaciones sexuales ya implica intimidad, y puede que ésta ni siquiera se asome en la escena. Obviamente también se da la intimidad en el sexo, pero no siempre. El sexo, y hablar de él, pueden ser precisamente una excusa para no desnudar el alma, para no hablar de los sentimientos, de su presencia o ausencia… de lo que sentimos y no sentimos, de las verdaderas necesidades del alma: compañía, comprensión y trascendencia. ¿Barrera o un puente entre los yo auténticos? Para algunos es más fácil escudarse tras chistes de doble sentido, que hablar de algo que realmente tenga sentido para él y los demás. Cuando nos presentamos tal y como somos, sin máscaras, sin poses ni escudos, cuando podemos vernos a los ojos y comunicarnos desde un yo auténtico, entramos en INTIMIDAD. Este fue de los conceptos presentados por el psiquiatra Eric Berne en su teoría sobre la personalidad y las relaciones interpersonales. Según él, estructuramos nuestro tiempo diario, entre otras cosas, para evitar o buscar la intimidad.
Es lógico que pongamos barreras para protegernos, para resguardarnos; de hecho nadie anda desnudo por las calles y las playas nudistas no son para todo el mundo, jajaja. Pero a veces son tantas las barreras que nos alejamos de lo humano real. Incluso evitamos la intimidad con nosotros mismos. Nos evadimos, ni siquiera nos confesamos a nosotros mismos nuestros más bajos sentimientos y pensamientos, nuestras necesidades, deseos profundos, sueños, pasiones. Muchas veces ni siquiera sabemos qué queremos, no estamos en contacto con nosotros mismos.
En la intimidad actuamos desde un yo auténtico, con sus luces y sus sombras, nos damos permisos para mostrarnos como somos. Y es en intimidad cuando expresamos, entre otras cosas, el AMOR, en cualquiera de sus grados: empatía, amistad, ternura, pasión...
Tal vez la máxima expresión este estado la encontramos en el vínculo madre-hijo y padre-hijo, cuando se miran y sin palabras se dicen todo; y en el contacto visual bebé-mamá durante el amamantamiento hallamos su cuadro más ilustrativo.
¿Cuándo, por cuánto tiempo, con quién has estado en intimidad en los últimos tiempos? ¿Y cuándo contigo? ¿Cuándo y cómo con Dios?
Es lógico que pongamos barreras para protegernos, para resguardarnos; de hecho nadie anda desnudo por las calles y las playas nudistas no son para todo el mundo, jajaja. Pero a veces son tantas las barreras que nos alejamos de lo humano real. Incluso evitamos la intimidad con nosotros mismos. Nos evadimos, ni siquiera nos confesamos a nosotros mismos nuestros más bajos sentimientos y pensamientos, nuestras necesidades, deseos profundos, sueños, pasiones. Muchas veces ni siquiera sabemos qué queremos, no estamos en contacto con nosotros mismos.
En la intimidad actuamos desde un yo auténtico, con sus luces y sus sombras, nos damos permisos para mostrarnos como somos. Y es en intimidad cuando expresamos, entre otras cosas, el AMOR, en cualquiera de sus grados: empatía, amistad, ternura, pasión...
Tal vez la máxima expresión este estado la encontramos en el vínculo madre-hijo y padre-hijo, cuando se miran y sin palabras se dicen todo; y en el contacto visual bebé-mamá durante el amamantamiento hallamos su cuadro más ilustrativo.
¿Cuándo, por cuánto tiempo, con quién has estado en intimidad en los últimos tiempos? ¿Y cuándo contigo? ¿Cuándo y cómo con Dios?