Para las personas interesadas en el crecimiento espiritual hay numerosos caminos, unos milenarios otros más nuevos, desde las religiones tradicionales, pasando por la metafísica, meditación, yoga, tai chi, tensegridad, biodanza, reiki, hasta psicobiofísica y deekshas… y en esa costumbre de clasificar y calificar, se ha metido de todo en el mismo saco llamado Nueva Era. Hay para todos en la viña del señor.
Independientemente de la corriente en la que estemos, propongo esta pregunta: ¿Estamos mejorando realmente? ¿Estamos avanzando en nuestro camino para convertirnos en seres mejores? ¿Estamos mejorando la autoestima o simplemente inflando el ego? ¿Estamos evolucionando tal y como creemos? (yo creo que todos estamos evolucionando aunque no estemos en esa búsqueda, unos a un mayor ritmo que otros)
Las corrientes de psicología también son un buen camino para “limpiar” la parte psicológica, la personalidad, de rencores, traumas, falsas ideas que son un obstáculo en el camino para recordar y vivir nuestra divinidad. Pero la persona puede estar 20 años en terapia, resolviendo una cosa tras otra y si no acude a Dios (con el nombre que quiera ponerle), se queda allí y no avanza hacia su desarrollo integral, espiritual.
Hay corrientes que hablan del desarrollo del ser y dedican muy poco espacio en sus conversaciones y en sus prácticas a Dios. Busquemos el contacto con ese Dios, con el Ser Superior creador del universo, la unión de todas las inteligencias y las fuerzas, el Amor Supremo, eso espiritual que está más allá de nosotros, que para algunos se llama Dios, otros lo viven en la grandeza de la Naturaleza.
Un buen termómetro para medir cómo estamos es el AMOR que sentimos por nosotros mismos, por los demás y por Dios.
Busquemos estar en silencio y comunión con ese Dios cada día, por lo menos unos minutos.
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